Me llamo Rosina
Fecha: 28/07/2019,
Categorías:
Hetero
Autor: Anónimo, Fuente: SexoSinTabues
A los 15 años, conocí a un señor en internet, que como yo, amabamos los animales. Él era mucho mayor que yo. Siempre hablábamos y le contaba como me iba en el liceo, ya que tengo problemas de aprendizaje. Mi madre muchas veces se hizo pasar por mí cuando chateamos, a ver como se comportaba conmigo, de que hablábamos, hasta que viendo que era un hombre serio, que jamás me dijo nada raro, y que me aconsejaba en los estudios, mi madre le fue tomando confianza. Él vive en Argentina y yo en Uruguay. Un día me dijo que iba a venir a Montevideo por asuntos de trabajo, y mi madre y yo fuimos a conocerlo. Resultó ser todo un personaje, pelos y barbas largas, había venido en una tremenda moto. Carlos es muy simpático y hablador, enseguida congeniaron muy bien con mi madre. Carlos es un hombre de unos 30 años, aunque mi madre está muy cerca a los 40. Nos pusimos a hablar de animales, el es experto en serpientes y nos dijo que había venido, porque quería estudiar una serpiente muy venenosa que hay en mi país, aunque en el suyo también habita. Dentro de la conversación le dijo a mi madre si lo podía acompañar a buscar ese reptil, ya saltaba de alegría, veía a mi madre dudar, él le prometió que me iba a cuidar y que todas las noches yo iba a dormir en casa. Ella le ofreció alojamiento en casa. Fuimos a casa, él dejó su mochila, llevando solo lo necesario para pasar el día en el campo. Al otro día nos levantamos a las seis de la mañana y nos fuimos. Empezamos llendo a Canelones, que es un ...
... departamento que esta a pocos kilómetros de donde vivo. Yo iba feliz, viajando en una moto enorme, con un señor que me iba a enseñar mucho sobre serpientes y otros animales. Yo soy rubia, de pelo largo, cuerpo menudo, delgada. Siempre buscábamos algún lugar donde hubiera agua, levantamos la carpa, y salimos a caminar. Estábamos horas caminando, cruzando arroyos, yo aunque llevaba botas de goma, siempre estaba con los pies mojados. Carlos cazó una liebre y fuimos al campamento, la limpió y la puso a asar. Yo me saqué las botas y las medias y las puse cerca del fuego para que se sequen. «Carlos, me hago pis», le dije, me dijo que me ponga las zapatillas y baya detrás de la carpa y haga ahí, que cualquier cosa él estaba dentro. Yo estaba impresionada ya que era la primera vez que estaba así, acampando en un monte. Estaba haciendo pis y un ruido me asustó y di un grito, Carlos salió corriendo y yo me abracé a él temblando, no me importaba que mi pantalón estuviera en mis tobillos, que se me viera la cola y la vagina. Me tranquilizó, me ayudó a subir la ropa y cada vez que quería hacer algo le pedía que me acompañe, era mas el miedo que tenía que la vergüenza de que me viera semi desnuda. A las ocho de la tarde estábamos en casa, y habíamos convenido no decirle nada a mi madre de lo que me había pasado. Habíamos dejado la carpa armada donde la habíamos armado cuando llegamos, él había atrapado dos víboras, que también las dejamos en un recipiente de plástico grande que él tenía. ...