Aventura en Navidad - Relatos Eróticos

Aventura en Navidad

... cama, pero de un modo más pausado. Hicimos el amor sin prisas, sin exigencias, disfrutando de cada caricia, cada beso, cada roce. Lo hicimos hasta quedar exhaustos y satisfechos. En esta ocasión me dejó penetrarla por detrás, hasta el fondo. No era el primero que lo hacía, me dijo, pero aún ofrecía una apreciable estrechez. Aunque me entregué al máximo, creo que no fui capaz de seguir su ritmo y de cumplir con sus expectativas. Me corrí una vez en su boca, y otra, la tercera de la tarde, sobre sus pechos. Sin embargo, no me dejó libre hasta que logré que se retorciera de placer. Con ella era sencillo. Bastaba con chupar sin pausa la gruesa aceituna que asomaba en su sexo.

Quedamos tendidos en silencio, sin tocarnos. Ella aún jadeaba; yo tenía el pulso a ciento noventa. Sus ojos brillaban como perlas; los míos estaban apagados. Tenía el rostro distendido, y levemente colorado; mi palidez era la de un muerto. Sentía una pesadez y un cansancio tan vasto como el océano.

–Uf, no ha estado mal –murmuró–. Te has portado.

–Sí, ha sido fantástico. ¿Quizá podríamos repetirlo, en otro momento?

–Tendré que pensarlo. Tal vez el día de Reyes; mi marido trabaja hasta la medianoche. Pero no lo des por seguro.

–¿Cómo contactará conmigo? ¿Quiere que le deje mi número?

–Ni se te ocurra. Búscame en la sección de juguetes, a la misma hora. Si estoy disponible, te lo haré saber.

Le aseguré que allí estaría. Pero antes me hizo prometer que nunca, bajo ningún pretexto, pretendería enamorarse de ella. Eso, recalcó, no podía ser.