La calentonsita de la Yani
Fecha: 14/07/2019,
Categorías:
Fantasías Eróticas
Autor: ámbar coneja, Fuente: CuentoRelatos
Mi nombre es Luis, soy profesor de educación física, tengo 34 años, dos hijas, y actualmente estoy separado de mi mujer. Tengo varias horas en distintos colegios como titular, pero debido a que se venían los 15 de mi hija, agarraba todo tipo de suplencias para juntar un mango más.
Así llegué a un secundario público de nivel medio, cuyo destaque es la cantidad de casos de adolescentes que asisten alcoholizados o con armas blancas. También son populares las ventas de faso o de celulares robados, y las peleas entre mujeres. Una vez presencié una, en la que dos rubias dejaron prácticamente desnuda a una morocha, con la ropa destrozada, el pelo desastroso, moreteada por todos lados, llena de rasguños sangrantes y sin algunos dientes. Tenía un corte en la mejilla izquierda por el que fluía más sangre, y algunas marcas de mordidas profundas en los pechos.
Realmente todavía yo no estaba en el cargo, por lo que no tenía injerencia sobre esos alumnos. Pero cuando al fin la dejaron desparramada en la vereda del colegio, y todos los boludos la miraban sin solidarizarse con ella, me acerqué con mucho cuidado y la ayudé a levantarse. Intentó explicarme todo, pero el llanto quebrado en su garganta y la burla de la concurrencia solo me hicieron comprender que una tal Yanina le mandó a esas chicas, en principio por la disputa de un vago.
Entramos al colegio, y ya en la dirección, yo me puse a completar papeles y planillas, entretanto la chica hablaba con una profesora y una ...
... asistente social.
Al otro día me presenté a las 8 de la mañana, y tuve mi primer grupo de varones. Por suerte estaba soleado. Así que les di la pelota, armé dos equipos de 8 para que jueguen al fútbol luego de un trote alrededor de la cancha, y después los mezclé con los de segundo B, puesto que no tenían matemáticas.
Cuando el partido terminó llegaron las chicas de quinto C. en ese grupo estaba Yanina, la kapanga de las pibas y delegada del curso. Tenía un culo manoseable, bien parado y ávido de pija. No me la voy a dar de guacho langa ni de moralista. Pero es imposible a veces continuar el hilo de la clase, impedirle a mis ojos que no se llenen con los culos infernales de las pendejas, o con sus tetas florecientes en plena polinización. Menos aún porque siento que ellas me miran con un deseo que me alienta a pecar.
La primera vez que las vi entre abdominales y flexiones sentí que la pija me agradecía bajo el pantalón con una dureza que jamás me había demostrado. El olor de sus pieles sudando, el alboroto de sus hormonas, sus risitas, las formas que tienen de tratarse y las charlas sexuales que tenían entre sí no me dejaban llevar siquiera el control de las asistencias.
Ya avanzado el mes de abril conocía con pelos y señales las trampitas de la tal Yani. Contaba de a dos en las series de diez abdominales, en el trote tomaba atajos para llegar más rápido que las demás, o simplemente se hacía la descompuesta. Cuando no era la panza era la cabeza, siempre que no mañoseara ...