1. Heil mama (Cap. 1)


    Fecha: 28/06/2019, Categorías: Poesía Erótica, Autor: DocJoliday, Fuente: CuentoRelatos

    ... doña Puri, cosa que no le pegaba siendo aún tan joven.
    
    —Qué temprano vienes hoy —comentó. Su voz siempre era dulce y amable, con un leve tinte de tristeza desde la muerte de mi padre.
    
    —Sí —dije, sin dar ninguna explicación.
    
    Mi madre sabía que yo no era ningún angelito, pero nunca le hablaba de lo que hacíamos mis amigos y yo en la calle. A ella tampoco le gustaban los extranjeros, los invertidos ni los comunistas, pero era demasiado buena como para hacerle daño a una mosca. La miré a la cara unos segundos y eso bastó para tranquilizarme un poco. Era muy guapa, por supuesto, y si alguien hubiese dicho lo contrario le hubiese dejado sin dientes de una patada. Tenía los ojos azules, no tan grandes y saltones como los míos pero mucho más bonitos. Era rubia y de piel clara (yo siempre decía que debíamos tener antepasados germánicos). La nariz menuda, como la de una niña, y el rostro ancho y redondeado le daban un aire de querubín que resultaba encantador. Su boca también era pequeña, y aunque nunca se maquillaba sus labios siempre destacaban como los pétalos de una rosa sobre la nieve. Sí, ¿qué pasa? ¿Es que un tipo duro no puede ponerse cursi cuando habla de su madre?
    
    Imagino lo que estaréis pensando, pero por aquella época yo apenas tenía fantasías sexuales con mamá, y si las tenía eran involuntarias. Era un amor platónico, como debe ser, y nunca se me había pasado por la cabeza meterme en su cama con intenciones libidinosas. Por lo demás, éramos casi como un ...
    ... matrimonio. Desde la muerte de mi padre yo era el hombre de la casa, y ella limpiaba, cocinaba, lavaba la ropa, hacía la compra, etc. Cuidaba de mí como debe hacerlo toda mujer decente, y a mí me gustaba esa vida. No me imaginaba casado con una mujer que no fuese como ella.
    
    Pero aquel día nuestra tranquila vida doméstica iba a cambiar. Mientras sus pequeñas manos limpiaban una lechuga me miró y sonrió.
    
    —Anda, ve al salón y saluda, que tenemos visita.
    
    Bastante intrigado, pues no solíamos tener visitas, fui al salón. Sentada en el sofá, fumando un cigarro, estaba mi tía Mercedes, Merche para los amigos. Era la hermana menor de mi madre, tres años más joven que ella, y vivía en la ciudad. Era algo así como la oveja negra de la familia, pues se había divorciado de su marido hacía dos años, y eso era impensable en una familia tan tradicional como la suya. La abuela y el resto de la familia no le hablaban ni querían verla. A mi madre tampoco le había gustado lo del divorcio, pero su buen corazón y el amor hacia su hermana se impusieron y continuaban teniendo buena relación. Al verme, la tía Merche se levantó y me agarró la nuca con la mano para besarme las mejillas.
    
    —¿Qué tal, Paquito? —dijo, con su enorme sonrisa llena de dientes blancos.
    
    Yo odiaba que me llamase “Paquito”. Con gesto serio, murmuré una respuesta y me dejé caer en un sillón, cerca del sofá. Mercedes no me caía especialmente bien, y no solo porque fuese la “moderna” de la familia y se creyese mejor que los ...
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