Lilia
Fecha: 23/06/2019,
Categorías:
Hetero
Autor: Anónimo, Fuente: SexoSinTabues
... aquello que había estado intentando recibir en su cuerpo cuando levantaba las caderas. La miré, estaba chapeteada como durazno maduro y con mirada brillante . veía sorprendida lo que impúdicamente le mostraba. Le estaba dando material para su mente, estaba plantando ahí una hiedra que al crecer iba a avasallar y penetrar todos sus pensamientos, pero yo no lo sabía. Estaba haciendo lo que el Diablo hizo con Fausto al mostrarle la imagen de Margarita en el espejo pero, repito, yo no lo sabía. Ahora todo había cambiado, al grado que hasta para mi tía fue notorio, Lilia se comportaba con algo de más seriedad aunque para ella seguía siendo chivito; yo tenía temor de que el día menos pensado llegaran por ella y se la llevaran. Donde nos encontrábamos, si estábamos solos, nos besábamos; en ocasiones ponía yo la mano sobre su chichita y le apretujaba el pezón, en seguida percibía como cambiaba su respiración, me jalaba del cuello, se paraba de puntitas para poder arrimarse mejor y no interrumpía el beso. En un momento de estos le dije al oído: -Déjame verte sin ropa-. Después de pensarlo un poco me dijo: -Ya sabes como-. Se refería sin duda a una pequeña ventana con persiana que tenía el cuarto de baño hacia el patio de atrás. Luego agregó: -Yo también quiero verte. -Hay que esperar-. Así, de esta forma, se adelantaban los pensamientos a los hechos, no imaginábamos que a esto se le llama “deseos”, que son pecado y que están socialmente prohibidos, más para niños como nosotros; lo ...
... que sí intuíamos es que había que hacerlo a escondidas. Pocos días después, al llegar de la escuela oí a mi tía hacer cita con el dentista, antes de colgar el teléfono ratificó: -Entonces mañana a las cinco y media. Gracias señorita. Me puse contento, como si se me hubiera hecho promesa de recibir algo precioso. Al otro día desde las cuatro de la tarde estaba yo dibujando muy concentrado en mi trabajo, entró mi tía, me encargó a Lilia y se despidió de mí. Comenté con ironía: -¡Ay!, no se vaya a caer a un charco y se ahogue la escuincla. - En cuanto se cerró la puerta de la cochera corrí a buscar a Lilia. Estaba recostada en su cama leyendo un cuento. Lo hizo a un lado, me miró y toda mi agresividad se vino abajo. Todos los planes sobre palabras y hechos que tenía preparados perdieron valor, estaban equivocados. La vi bonita, la vi digna e inocente. Me senté a su lado, le tomé una mano y se la besé. Sonrió. Se quitó los zapatos con los pies y los botó; se hizo a un lado y, con una inclinación de cabeza, me invitó a acostarme. Lo hice y siguió leyendo, o fingiendo que leía; puse la cara cerca de su cuello y le estuve respirando allí hasta que empecé a darle besitos que poco a poco se transformaron en chupaditas, puse la mano sobre una de sus piernas y la tenía con la piel chinita como de gallina; eso me alentó y empecé a subir la mano, pero de pronto se paró y salió corriendo y por supuesto yo tras ella. Ahora la cosa era más exagerada, se defendía bien, duramos un buen rato ...