1. Un chico lindo, demasiado lindo


    Fecha: 22/06/2017, Categorías: Incesto Autor: señoreduardo, Fuente: CuentoRelatos

    ... pegó una fuerte bofetada que le llenó los ojos de lágrimas.
    
    -Hay que enseñarle cómo debe comportarse, viejo, y nosotras lo haremos. Te lo vamos a dejar mansito como un perrito faldero. –dijo la señorita y Ermelinda y Pola asintieron entusiasmadas.
    
    -Ya lo creo que sí. Cuando le hagamos sentir el cinto en ese culito hermoso que tiene entenderá que le conviene portarse bien. –dijo Pola.
    
    El chico se largó a llorar y no paró de hacerlo mientras lo arrastraban hacia el fondo de la casa, a la habitación de don Benito.
    
    -No me hagan nada… ¡Por favor, no me hagan nada!… –rogaba el pobrecito con la voz quebrada por los sollozos mientras las viejas lo desnudaban y don Benito se iba sacando la ropa.
    
    Ya en cueros, don Benito se le echó encima con la verga semidura, pero la señorita Rosa lo detuvo extendiendo un brazo:
    
    -No, viejo, primero tenemos que zurrarlo para enseñarle a ser obediente. –dijo mientras el chico miraba como hipnotizado el pene del viejo, porque nunca hasta ese momento había visto el pene de un adulto y ése le causaba una gran impresión.
    
    La señorita se sentó en el borde de la cama y Ermelinda y Pola echaron al chico boca abajo sobre las rodillas de la dueña de casa.
    
    -Te voy a dar una buena lección de obediencia, mocoso. -dijo la señorita antes de dejar caer el primer chirlo sobre la cola del atribulado muchachito.
    
    Inmediatamente el chico advirtió lo pesada que era esa mano. Chilló y en mitad del grito le cayó el segundo chirlo. Ermelinda y Pola ...
    ... lo tenían sujeto por las muñecas, de modo que la pobre colita estaba indefensa a merced de la otra vieja. Pronto, a medida que el dolor aumentaba, perdió el chico la cuenta de las nalgadas que iba recibiendo. La señorita comenzó a acelerar el ritmo de los golpes y eso hacía que los gritos de la víctima se confundieran en uno solo que no conmovía a las viejas, sino que las excitaba más, a juzgar por lo agitado de sus respiraciones que incluso a veces se transformaba en jadeos y algún gemido. Mientras tanto el chico sentía que la respiración se le hacía difícil. Abría mucho la boca y tragaba aire desesperadamente, pero le parecía que ese aire llegaba apenas a sus pulmones. Era muy fuerte lo que estaba viviendo. Por fin, cuando era ya muy intenso el doloroso ardor de sus nalgas, la señorita Rosa dio por finalizada la paliza y le ordenó que se arrodillara. El chico lo hizo y quedó ante las tres viejas con don Benito a la derecha. Lo miró y al ver que su pija ya estaba completamente dura y parada tuvo el pobrecito tal estremecimiento que estuvo a punto de perder el equilibrio y caer al piso.
    
    -Mira, niño. –le dijo el vejete con una sonrisa perversa y envolviéndolo en una mirada que ardía de lascivia. –Mira el trozo que te vas a comer.
    
    El chico creyó que se le echaría encima en ese mismo momento, pero la señorita dijo:
    
    -Sí, claro que se va a comer tu pedazo, pero primero que sepa bien lo que le espera y lo que queremos de él.
    
    Y entonces le dijo:
    
    -Oíme bien, mocoso. A ...
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