Día de boda
Fecha: 06/03/2019,
Categorías:
Erotismo y Amor
Autor: Pantunflo, Fuente: CuentoRelatos
El siguiente relato ocurrió durante el banquete de bodas de una compañera de trabajo a la que acudimos mi marido y yo. Compartíamos mesa con otras cuatro personas que resultaron ser compañeros de trabajo del novio con sus respectivas parejas. La conversación fue amena, aunque sin demasiada profundidad, dado que no teníamos muchos temas en común que dieran pie a alargar los diálogos, centrándose más bien en cuestiones sin trascendencia, como el tiempo, la relación de cada uno con el novio, novia, etc. La mesa estaba cercana a una de las esquinas del salón y nuestras sillas daban a la pared, logrando dar a nuestra posición una cierta privacidad, dentro de los límites que supone un local lleno de gente.
Después de una dura semana de trabajo, había decidido aprovechar aquella noche para soltarme un poco y pasarlo bien, así que comencé a beber vino sin preocuparme demasiado por sus efectos. El vino siempre provoca en mí un efecto afrodisiaco que despierta mi lado más libidinoso. Antes de terminar la primera copa, ya estaba tocando la pierna de mi marido, subiendo sinuosamente hasta su entrepierna, aprovechando la intimidad que nuestra situación en la mesa y la cobertura el mantel me brindaban.
Me fijé en el camarero responsable de atender nuestra mesa, un chico joven, de unos 25 años, con cara de buena persona y que, sin ser un tipo modelo de revista, me resultaba bastante atractivo, a pesar de tener una barriguita pronunciada. Aunque me gustan por lo general los cuerpos ...
... atléticos, hay detalles que me atraen de determinados hombres, no sabría definirlo. El chico acudió espontáneamente al ver que mi copa estaba vacía y se ofreció a llenarla, cosa que acepté con agrado. La segunda vez que se encargó de reponer el vino bebido, observé que se deleitaba en contemplar la forma de mis senos, a los que prestaba más atención que a cumplir con su tarea. Aquella noche lucía un vestido de fiesta de generoso escote y espalda al aire, por lo que suponía que desde su posición, la visión resultaba bastante sugerente. Siempre he estado orgullosa de mis pechos, de su volumen y forma, y de lo erguidos que siguen manteniéndose, atrayendo la mirada de los hombres como la miel a las abejas.
Desde aquel momento, el muy pícaro me prestó una atención especial, recreándose descaradamente en mi escote cada vez que reponía el contenido de la copa vacía. Ese detalle empezó a calentarme, así que aproveché para tontear inocentemente con él y bromear cuando realizaba su cometido, sorprendiéndome que no derramara el vino, porque su mirada era cada vez más directa y enfocada en el comienzo de mis senos. Se lo comenté a mi marido, siempre cómplice en mis juegos eróticos, que me sugirió en voz baja "por qué no le calientas un rato, a ver si consigues que se le derrame la botella".
Aquello provocó que mi intimidad se humedeciera enseguida, notando el familiar cosquilleo que siempre acompaña a las situaciones que me causan morbo. Me levante y fui al servicio, donde me quité el ...