Nines
Fecha: 01/03/2019,
Categorías:
Erotismo y amor
Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos
CAPÍRULO 1º
Desde siempre, podría decirse, mis padres, allá en el pueblo, mantenían estrecha amistad con otro matrimonio, Pepe y Ángeles, dándose, además, la circunstancia de que, mi madre y esa señora, Ángeles, eran amigas desde su infancia, habiendo ido juntas a la escuela y, ya de mocitas, juntas paseado, arriba y abajo, la calle Mayor, esperando atraer la atención de los mozos del lugar. Al final, resultó que ninguna de las dos casó con paisanos, sino con sendos forasteros, mi padre y el tal Pepe
Los amigos de mis padres tenían dos hijos, chico y chica, Chema, por José María, por su padre, y Nines, por Ángeles, Angelines, como su madre, ambos mayores que yo, él unos siete años, ella tres casi pasados.. Como digo, el matrimonio ese era muy, pero muy amigo de mis padres, habiendo mucha familiaridad entre las dos parejas, pero no pasaba lo mismo con sus respectivos vástagos; claro está que nos conocíamos, y de toda la vida, pero nunca habíamos coincidido, nunca jugamos juntos ni, después, ya mocitos, salimos, y es que la diferencia de edad impuso sus leyes, haciendo imposible el menor trato entre nosotros; así, por ejemplo, Nines andaba con una pandilla de chicos/chicas que, si ellas me sacaban dos-tres años, ellos, cuatro/cinco, y hasta seis alguno de ellos. En honor a la verdad, debo admitir que alguna que otra vez, a mis dieciséis, incluso con diecisiete y hasta mis dieciocho años intenté algo, acercármele un poco tratando de ligármela que, no os lo creeréis, pero ...
... este servidor de Dios y voacés/”voacesas”, por tamaños entonces aún creía en los milagros, si sería idiota
Vamos, que yo allí nada que “rascar”, cachindiela, con lo que a mí me “molaba” la puñetera de la Nines. Vamos, que me traía loquito perdido, pero ella, a mí, ni mirarme; un ente insignificante que no merecía una mirada suya. Y mira que estaba “buena” la condenada: Alta, con su metro setenta y algo, morenaza, de cabello más azabache que negro que le llegaba hasta la cintura, como a mí me gusta el pelo en las mujeres; ojos negros…”ojos apasionados, ardientes, hermosos; cuánto os quiero, cuánto os temo”. Senos, entre grandes y medianos, aunque tirando más a lo primeo, cinturita breve, grácil y, enseguida, unas caderas de ensueño, enmarcando esas nalguitas, ese culito, que era la condenación eterna del más santo de los santos varones, luego a mí, pobre pecador, menudo estropicio que podía hacer, estaba haciendo, en mi pobre alma pecadora aquél “piazo jembra” que no se podía aguantá, de lo riquísima que estaba la muy puñetera de la Nines
Una cosa creo conveniente aclarar, y es que nosotros, mis padres, mi hermana y yo, vivíamos en Madrid, yendo al pueblo sólo en vacaciones de verano, fines Junio al 9/10 de Septiembre; mi padre, por mor de su profesión, Viajante de Comercio, apenas estaba en el pueblo, pues tenía que viajar, trabajar, que los garbanzos no caen del cielo como el bíblico maná, de modo que en el pueblo pasaba, establemente, del 25 de Agosto, día que se traía ...