1. Secuestrados


    Fecha: 28/01/2019, Categorías: Lesbianas Autor: Crusnik, Fuente: CuentoRelatos

    Mi hijo de 18 años y yo salimos a una boda. Llevaba puesto mi vestido amarillo de una pieza ajustado, a decisión de la novia que quería que las damas de honor se vean muy putonas. Luego de la fiesta salí con mi hijo tomé un taxi. El vehículo tenía un vidrio que protegía al pasajero del conductor, un gas salió y perdimos la conciencia.
    
    Al despertar teníamos unos collares. La habitación tenía una serie de lámparas y cámaras y en medio había una cama kingside y las sillas donde nos encontrábamos. Una voz me sacó del estupor en el que nos encontrábamos mi hijo y yo.
    
    —Voz: ¡Despierten!
    
    —Iván: ¿Quién eres? ¿Dónde estamos?
    
    —Voz: Están secuestrados. Si se portan bien podrán salir rápido.
    
    —Yo: ¿Q… Qué quieren de nosotros? –Mi cuerpo se sentía más caliente e incluso el roce de las telas del vestido enviaba señales placenteras.
    
    —Voz: Parece que la droga que le inyectamos está haciendo efectos. Sus cuerpos se volverán más sensibles y serán incapaces de mentir. Si no hacen lo que les digo ambos sentirán una descarga eléctrica.
    
    Hizo una demostración. Caímos al suelo por el dolor. La voz continuó:
    
    —Voz: Digan sus nombres y edades.
    
    —Yo: Soy Carmen y tengo 42 años
    
    —Iván: Soy Iván y tengo 18 años.
    
    —Voz: ¿Son familia?
    
    —Iván y yo: ¡Sí! Somos madre e hijo.
    
    —Voz: ¡Muy bien Iván! ¡Desnúdala!
    
    —Yo: ¿Cómo? ¡No lo hagas!
    
    —Voz: ¡Silencio! –Una fuerte descarga me tumbó al suelo.
    
    —Iván: ¡Déjala, por favor! ¡Hazme lo que quieras pero no le hagas ...
    ... daño!
    
    —Voz: ¡Calla! –Otra descarga sacudió a mi hijo.
    
    —Yo: Es mejor que hagas lo que dice.
    
    —Iván: Lo siento mamá –susurró en mi oído.
    
    Me bajó el vestido lentamente, deslizándolo por mis piernas. La sensación del roce de sus manos se sentía bien. Se quedó masajeando mi estómago.
    
    —Mamá, tienes la piel muy suave. Hueles tan bien, mamita linda. –mi hijo se quedó oliendo mi cuerpo y empezó a besar mi estómago.
    
    —¡Uhmmm! ¡De… detente hijo, por favor. Soy tu madre. Pa… para… ¡qué no soy de piedra! ¡N-no, Dios mío, d-debo controlarme, esto es sólo por la droga, debo controlarme…!
    
    Mis instintos sexuales comenzaron a ganar la batalla. “N-no, Dios mío, no, no puedo sentirme así, ¡no puedo!” Casi jadeaba. El corazón no había dejado de latirle con fuerza. Estaba excitada. Tenía los pezones duros, marcados en la tela. La tanga negra se empezó a humedecer. La humedad entre mis piernas aumentando con cada minuto que pasaba. Mi respiración ligeramente agitada, mi piel brillando con un poco de sudor. Mi hijo continuó y me quitó el bra.
    
    —Voz: ¡Basta! Ahora Carmen mastúrbate mientras tu hijo se quita la ropa.
    
    El morbo de ser vista hacía que mis pezones se pongan erectos. Estaba muy mojada. Recorrió la rajita de su coño con las yemas de sus dedos, se frotó con suavidad el inflamado clítoris. El placer la inundó. Necesitaba un orgasmo que liberara la tensión acumulada en su cuerpo. Deseaba correrse sin tener a Iván en su mente. Luchó con todas sus fuerzas por pensar en otras cosas, en ...
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