El resto de la mañana fue más distendido. Estuve en la habitación intentando estudiar, pero poco me cundió. Era viernes, y era inevitable que esperase que llegara el lunes siguiente. No sé las pajas que me debí hacer ese fin de semana pensando en la situación y el escote de Rocío, pero no se me iba de la cabeza.El lunes llegó, y me desperté antes de que se fueran mis padres. En cuanto salieron por la puerta, cogí mi silla de ruedas con cuidado de no apoyar la pierna, y me fui al baño para hacer un pis. Luego me tumbé en la banqueta, y recordando el viernes anterior, me hice una paja que me supo a gloria. Regresé a la cama, y caí dormido como un angelito.De pronto me desperté, y escuché ruido por la planta de arriba. Miré el reloj, y ya eran más de las diez de la mañana. Tanto frenesí de pajas me había dejado exhausto.- ¿Rocío?- La llamé, y al instante apareció. Estaba radiante, a pesar de esa ropa amplia que se ponía para trabajar.- Buenos días, Javier. Te vi tan dormido, que no quise despertarte.- Sí, me levanté a hacer pis, y me he quedado luego dormido.- Voy a por tu desayuno, y ahora te ayudo a levantarte.- Muchas gracias.Dejó el desayuno en mi mesa de estudio, y se acercó para ayudarme a incorporarme y sentarme en la silla. Aunque yo podía haberlo hecho solo, preferí seguir dejando que me ayudar, así tenía excusa para sentir su cuerpo junto al mío.Una vez acabé de desayunar, salí con mi silla de la habitación rumbo al cuarto de baño, y no hizo falta que llamara a ...
... Rocío, ya estaba ella pendiente para acabar de empujar la silla y llevarme al baño. Me acercó el cepillo, y también la maquinilla de afeitar sin necesidad de decirle nada, ya que llevaba desde el viernes sin afeitar, y no era normal en mí tener esos pelajos en la cara, dando por hecho que me afeitaría. Ella, mientras tanto, se fue a mi habitación para dejarla arreglada.En cuanto apagué la maquinilla de afeitar, apareció con mi ropa.- Venga, Javier, que te ayudo y te lavo el pelo.Sin decir nada yo ya me había quitado la parte de arriba del pijama, mientras ella acercaba el banco del baño a la bañera. Me ayudó a sentarme, me tumbé dejando la cabeza sobre la bañera, apoyando la pierna en la silla de ruedas para que estuviera en alto. Tomó mi pelo, y me lo lavó con una gran delicadeza. Luego me lo secó un poco, y antes de incorporarme, me desnudó de cintura hacia abajo. Mi polla en aquel momento ya estaba tomando tamaño, pero se contenía aún. Primero lavó mi espalda y me la aclaró, así me podía tumbar y lavarme las piernas y el cuerpo.Su mano comenzó a recorrer mi cuerpo, mientras ella me hablaba de cosas sin la menor importancia para mí, y yo intentaba adivinar la forma de sus pechos ante esa camisola que tanto los disimulaba. Mi polla se puso a mil, ella la miró, pero no dijo nada.Luego bajó a mis piernas, y comenzó a lavármelas, me levantó un poco la pierna buena para limpiar mis nalgas y mi culito, y yo dejé que mi rodilla tocase su pecho. Mi polla estaba en su máximo esplendor.- ...