La Gitana
Fecha: 29/07/2017,
Categorías:
Fetichismo
Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos
LA GITANA
Este es un relato que contiene fetichismo de los pies, del pelo, urología y escatología. Al que no le gusten estos temas, que no siga leyendo.
Si alguien no me conoce les diré que me llamo Ana (nombre ficticio ya que mis historias son todas reales) y que estoy publicando la historia de mi vida en otro apartado sobre las relaciones sexuales con mis hijas. He parado momentáneamente de escribirla porque ayer mismo me pasó algo con una mujer que estoy desando contaros.
Estaba yo en un centro comercial de mi ciudad de compras de ropa para mis hijas. Estaba dando vueltas y me llamaron por teléfono desde la oficina. Debo deciros que yo tengo un tipo de trabajo “sin horario” y tengo mucha libertad para salir cuando quiero. El caso es que estaba atendiendo la llamada, parada enfrente de un carrusel de caballitos pequeño que hay dentro del mismo centro comercial. Me fije en la mujer que estaba a cargo de aquello. Debo deciros que he tenido relaciones con hombre, de hecho he estado casada, pero me considero lesbiana y soy muy guarra. Por lo tanto, me fije en esa mujer con ojos que no son los habituales de una mujer para otra. Era la típica gitana, muy morena, ojos oscuros. Yo le calculé una edad como la mía, treinta y cinco o treinta y seis años. A diferencia de lo normal de las mujeres gitanas a esa edad, ella no estaba gorda, más bien tenía un tipazo. Era muy guapa y tenía esa piel morena de las gitanas tan sensual. Llevaba una blusa blanca sin mangas, una falda de ...
... flores sobre fondo negro que le llagaba hasta los pies y calzaba unas zapatillas de las que se usan para estar en casa. Viéndola yo pensé para mi lo buena que estaba y que me gustaría “hincarle el diente”.
De pronto, la gitana se llevó la mano a la cabeza para arreglarse el pelo y vi que tenía en el sobaco una mata de pelo negra muy poblada. Inmediatamente me dio como un calambre en el coño porque eso me encanta. Yo deseaba que estuviera así un buen rato para saborear visualmente del “espectáculo”. En ese momento, nuestras miradas se cruzaron. Ella debió darse cuenta de cómo y a donde la miraba porque se quedó como parada y curiosa. Yo la sonreí. Ella no hizo caso y siguió a lo suyo. Arrancó el carrusel en el solamente se montaba un niño. Yo me disponía a irme cuando de pronto la gitana volvió a mirarme con cara de interés y de frente a mi se llevó las dos manos al pelo para arreglárselo. Sin duda estaba enseñándome sus sobacos para ver mi reacción. Yo la miré con descaro e incluso me pasé la lengua por los labios con más descaro aún. Ella inició una leve sonrisa y yo pensé que, quizás, allí había alguna posible experiencia de las que a mi me gustan.
Esperé un rato, a pesar de que hacía tiempo que había terminado de hablar por teléfono, para ver si la gitana hacía algún movimiento de “avance”. Efectivamente, cuando acabó el recorrido del carrusel el niño se bajó. Había muy poca gente con lo que no se podían esperar más clientes infantiles a esas horas de la mañana. La ...